En el Mar estoy,
pero de la Montaña vengo…
Encontré la forma de comunicarme con el mundo a través de las artes.
El dibujo de una jirafa, una rana de cerámica, o un cuento sobre un gato; esas fueron mis primeras creaciones con las que descubrí lo que se siente estar orgulloso de algo.
De niño tenía muchos sueños, y cada día me ensuciaba las manos creando cosas que pudiera mostrar.
Fantaseaba con la idea de ser pintor, tener una vida diferente a la de los demás, y crear cosas jamás hubieran existido si no fuera por mí.
Me fui haciendo más grande, y cuando nos mudamos a un pueblo llamado Malargüe mis prioridades cambiaron, por lo que mi conexión con las manualidades se fue perdiendo.
Necesité hacer nuevos amigos, olvidarme de la separación de mis padres, y resolverme la vida siendo inteligente.
Como buen hijo del medio, siempre tuve que hacer un esfuerzo extra para llamar la atención, y ser buen alumno fue la mejor manera de hacerlo.
Y poco a poco mi veta intelectual se comió completamente mi creatividad, y fue así como empecé a asociar el sacrificio a la idea de progreso.
Excelente alumno toda la vida, estudié política para "ser alguien", y no fue hasta mis 21 años cuando tuve un encuentro cercano con la muerte, que me di cuenta que no tenía sentido vivir de esa manera.
La escritura fue mi gran aliada para salir de la depresión, y se convirtío en mi herramienta para sanar.
Y siempre he sido eso: un chico ambicioso pero sensible. Con hambre de experiencias nuevas y ganas de cambios. Pero seguía rodeado por las mismas montañas que me vieron crecer.
Y por eso me mudé a Europa, al mar de oportunidades, dónde empecé a forjar mi nuevo camino.
Con el tiempo aprendí que contar historias me hace bien, que escribir es la única forma de creación que se ha mantenido a lo largo de toda mi vida, y que la vida me ha regalado experiencias que quiero compartir.
Mostrarme al desnudo y perder la vergüenza.
Recuperar la ingenuidad que me hace soñar, y la vulnerabilidad que me permite crear.
Volver a sentir esas lágrimas, y las risas también.
Recordar lo lindo que es estar vivo, haciendo lo que me hace bien.